viernes, 5 de mayo de 2017

La obsesión por lo diferente: la práctica del diferencialismo en educación.

I.                    La obsesión por lo diferente: la práctica del diferencialismo en educación.

Esta manía de etiquetar, clasificar comportamientos, de categorizar de la cual es víctima el joven inadaptado que está recluido en esas instituciones correccionales, también se expande a otros grupos que quizás lo viven de manera diferente, pero no menos condicionante. Una vez más se aprecia la magnitud en la que el ser humano existe en función de lo vínculos que establece con sus semejantes, que tiene el potencial de definirlo con características bastantes específicas. En ese orden, es necesario mantener una advertencia en alto sobre la manera en la que se configura la imagen del otro o de ese que representa la diversidad porque en última instancia lo que se produce es algo completamente opuesto a lo que en un principio se proclamaba que fuera la inclusión.
El autor Carlos Skliar (2007) se pronuncia al respecto cuando menciona una serie de obstáculos que impiden unas interacciones más o menos naturales entre quienes por alguna razón ostentan el título del diferente y el resto de las personas. Para comenzar, siempre se está pensando en las preguntas, preocupaciones, cuestiones que el otro genera en un nosotros, sin contemplar la posibilidad de esas mismas inquietudes que el otro puede tener. En segundo lugar existe una tendencia a generar un discurso técnico sobre el otro que se cree es fundamental para establecer un relación con él o ella. Esto último se relaciona directamente con lo expuesto anteriormente sobre la necesidad de establecer límites de la normalidad que vino con el surgimiento de la estadística, y la consecuente acción de relacionarnos con la persona en base a cómo encaja ese rango de normalidad. Así mismo, otro obstáculo que está estrechamente relacionado a lo anterior es que a raíz de esa información que se cree saber sobre el otro, se crea la ficción de que la experiencia del otro puede ser fácilmente capturada. En ese sentido este autor trata de dejar claro que en la medida en que continuemos guiándonos por una idea o concepto de lo que creemos representa al otro, nunca llegaremos a tener encuentros verdaderamente auténticos y puros, a enfocarnos en la existencia en vez de la presencia, Skilar (2008b). Continuamente estamos redundando en el hecho de resaltar las diferencias, basadas en rasgos que distinguen a un individuo de un nosotros, sin contemplar primero que es una persona. En ese orden Skliar (2008a) establece la diferencia entre el sobre usado término de diversidad que usualmente se utiliza para denominar aquello de cuya humanidad no se está seguro, para emplearla como sinónimo de exclusión, pobreza, marginación  y otro término más adecuado como el de alteridad que implica negarse a aceptar cualquier intento de entender qué es el otro, para en cambio permanecer abierto a las posibilidades de la existencia del otro, y estar dispuesto a aceptar la perturbación y el conflicto que el encuentro entre un nosotros podría generar.
Nuevamente se trata de enfatizar en la cuestión de cambiar el lente con el que miramos a quienes consideramos los otros. Los profesionales de la educación debemos aprender a hacer nuestro trabajo sin prestarle atención a posibles atributos que podrían condicionar el trato que le hacemos a los estudiantes, es decir a tratar de prescindir de la costumbre de querer definir, explicar al otro como condición fundamental para poder relacionarme con él o ella. Hay que enfatizar la idea de que más que preparados, de lo que se trata es de estar disponibles y de ser responsables, es decir, estar abiertos a la existencia de los demás, Skliar (2008b). Para esto es preciso poner de relieve la cuestión de lo que pasa con el otro para reemplazarla por lo que pasa entre nosotros. De hecho, de esto se trata la alteridad, de saber que la diferencia está entre sujetos, no en el interior de un sujeto Skliar (2008b). Esto quiere decir que el nosotros también forma parte de la diferencia, y que solo si se mantienen las puertas abiertas para un diálogo entre todos es que se puede hacer realmente tributo a lo que el término inclusión se refiere.

II.                  La experiencia del otro y el encuentro pedagógico. 

En la actualidad el quehacer educativo exige el establecimiento de nuevas formas de relacionarnos. Podríamos estar de acuerdo en que hemos tenido suficiente de imposiciones, arbitrariedades y prohibiciones que muchas veces no cumplen con un razonamiento lógico. En función de conseguir la liberación de todas estas ataduras que controlan la experiencia educativa hasta el cansancio, hay que estar dispuesto a dejarse llevar por la experiencia, a dejar a un lado la soberbia de querer saberlo todo y de sentir la obligación de aplicar soluciones cuando lo más conveniente es, como dice Skliar, estar disponible.
Igualmente, para satisfacer completamente las exigencias de esta nueva tarea hay que renunciar a la tendencia que persiste de querer tener un conocimiento previo o antecedente sobre cada persona considerada como diferente. Una práctica educativa que intente hacer esto sería más congruente con lo que Vignale (2009) llama pedagogía de la incertidumbre que hace referencia al espacio educativo que está hecho en base de experiencias, que constantemente son algo nuevo, algo que no se puede interpretar objetivamente, a diferencia de un espacio educativo totalitario que asume que hay una verdad absoluta que debe ser alcanzada por todos. Este último enfoque anularía la singularidad de los individuos, induciendo a que se ajusten al mismo molde universal, provocando ese señalamiento del dedo que se mencionaba antes que estratifica, que separa los normales de quienes no cumplen con los requisitos de la normalidad, que clasifica a los individuos en función de las características que muestran. Es por eso que una pedagogía de la incertidumbre se relaciona más con los postulados que plantea Skliar sobre las condiciones que debería cumplir el contacto con el otro. En última instancia  una pedagogía de este tipo evitaría generar definiciones sobre el otro, objetivarlo en una categoría para intentar entenderlo, como manifiesta Skliar.
Vignale (2009) establece un paralelismo entre el abismo, el río y el niño para describir concretamente a la pedagogía de la incertidumbre. Dado a que ésta se identifica con la experiencia, el abismo vendría a ser el lugar donde hay que reinventar todo, estar abiertos a la incertidumbre de construir un saber que no se ha conocido antes. Así mismo el río representa las transformaciones que se producen inevitablemente cuando entramos en relación con ese otro que nos topamos en algún punto del abismo. Entonces el niño representa la actitud de alguien que reconstruye la realidad que le rodea a través del lenguaje y que está abierto y disponible a los significados nuevos que ésta le puede aportar.

Referencias.

Skliar, C., (2007). El argumento de la diferencia y la práctica del diferencialismo en educación. En la educación [que es] del otro. Noveduc, Buenos Aires, 99-121.

Skliar, C., (2008a). Entre lo común y lo especial, la (pretensiosa) pretensión de la diversidad. En Frigerio, G., Diker, G., (2008). Educar: posiciones acerca de lo común. Del Estante, Buenos Aires.

Skliar, C., (2008b). ¿Incluir las diferencias? Sobre un problema mal planteado y una realidad insoportable. Orientación y Sociedad – 2008 – Vol. 8 Recuperado de file:///C:/Users/Nicolas/AppData/Local/Temp/Rar$DIa0.634/Incluir_diferencias_Skliar.pdf

Vignale, S. (2009). Pedagogía de la Incertidumbre. Revista Iberoamericana de Educación
 ISSN: 1681-5653 n.º 48/2.
  

               

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