I.
La obsesión por lo diferente: la
práctica del diferencialismo en educación.
Esta manía de etiquetar, clasificar
comportamientos, de categorizar de la cual es víctima el joven inadaptado que
está recluido en esas instituciones correccionales, también se expande a otros
grupos que quizás lo viven de manera diferente, pero no menos condicionante.
Una vez más se aprecia la magnitud en la que el ser humano existe en función de
lo vínculos que establece con sus semejantes, que tiene el potencial de
definirlo con características bastantes específicas. En ese orden, es necesario
mantener una advertencia en alto sobre la manera en la que se configura la
imagen del otro o de ese que representa la diversidad porque en última
instancia lo que se produce es algo completamente opuesto a lo que en un
principio se proclamaba que fuera la inclusión.
El autor Carlos Skliar (2007) se
pronuncia al respecto cuando menciona una serie de obstáculos que impiden unas
interacciones más o menos naturales entre quienes por alguna razón ostentan el
título del diferente y el resto de las personas. Para comenzar, siempre se está
pensando en las preguntas, preocupaciones, cuestiones que el otro genera en un
nosotros, sin contemplar la posibilidad de esas mismas inquietudes que el otro
puede tener. En segundo lugar existe una tendencia a generar un discurso
técnico sobre el otro que se cree es fundamental para establecer un relación
con él o ella. Esto último se relaciona directamente con lo expuesto
anteriormente sobre la necesidad de establecer límites de la normalidad que
vino con el surgimiento de la estadística, y la consecuente acción de
relacionarnos con la persona en base a cómo encaja ese rango de normalidad. Así
mismo, otro obstáculo que está estrechamente relacionado a lo anterior es que a
raíz de esa información que se cree saber sobre el otro, se crea la ficción de
que la experiencia del otro puede ser fácilmente capturada. En ese sentido este
autor trata de dejar claro que en la medida en que continuemos guiándonos por
una idea o concepto de lo que creemos representa al otro, nunca llegaremos a
tener encuentros verdaderamente auténticos y puros, a enfocarnos en la
existencia en vez de la presencia, Skilar (2008b). Continuamente estamos
redundando en el hecho de resaltar las diferencias, basadas en rasgos que
distinguen a un individuo de un nosotros, sin contemplar primero que es una
persona. En ese orden Skliar (2008a) establece la diferencia entre el sobre
usado término de diversidad que usualmente se utiliza para denominar aquello de
cuya humanidad no se está seguro, para emplearla como sinónimo de exclusión, pobreza,
marginación y otro término más adecuado
como el de alteridad que implica negarse a aceptar cualquier intento de
entender qué es el otro, para en cambio permanecer abierto a las posibilidades
de la existencia del otro, y estar dispuesto a aceptar la perturbación y el
conflicto que el encuentro entre un nosotros podría generar.
Nuevamente se trata de enfatizar en
la cuestión de cambiar el lente con el que miramos a quienes consideramos los
otros. Los profesionales de la educación debemos aprender a hacer nuestro
trabajo sin prestarle atención a posibles atributos que podrían condicionar el
trato que le hacemos a los estudiantes, es decir a tratar de prescindir de la
costumbre de querer definir, explicar al otro como condición fundamental para
poder relacionarme con él o ella. Hay que enfatizar la idea de que más que
preparados, de lo que se trata es de estar disponibles y de ser responsables,
es decir, estar abiertos a la existencia de los demás, Skliar (2008b). Para
esto es preciso poner de relieve la cuestión de lo que pasa con el otro para
reemplazarla por lo que pasa entre nosotros. De hecho, de esto se trata la
alteridad, de saber que la diferencia está entre sujetos, no en el interior de
un sujeto Skliar (2008b). Esto quiere decir que el nosotros también forma parte
de la diferencia, y que solo si se mantienen las puertas abiertas para un
diálogo entre todos es que se puede hacer realmente tributo a lo que el término
inclusión se refiere.
II.
La experiencia del otro y el
encuentro pedagógico.
En la actualidad el quehacer
educativo exige el establecimiento de nuevas formas de relacionarnos. Podríamos
estar de acuerdo en que hemos tenido suficiente de imposiciones,
arbitrariedades y prohibiciones que muchas veces no cumplen con un razonamiento
lógico. En función de conseguir la liberación de todas estas ataduras que
controlan la experiencia educativa hasta el cansancio, hay que estar dispuesto
a dejarse llevar por la experiencia, a dejar a un lado la soberbia de querer
saberlo todo y de sentir la obligación de aplicar soluciones cuando lo más
conveniente es, como dice Skliar, estar disponible.
Igualmente, para satisfacer
completamente las exigencias de esta nueva tarea hay que renunciar a la
tendencia que persiste de querer tener un conocimiento previo o antecedente
sobre cada persona considerada como diferente. Una práctica educativa que
intente hacer esto sería más congruente con lo que Vignale (2009) llama
pedagogía de la incertidumbre que hace referencia al espacio educativo que está
hecho en base de experiencias, que constantemente son algo nuevo, algo que no
se puede interpretar objetivamente, a diferencia de un espacio educativo
totalitario que asume que hay una verdad absoluta que debe ser alcanzada por
todos. Este último enfoque anularía la singularidad de los individuos,
induciendo a que se ajusten al mismo molde universal, provocando ese
señalamiento del dedo que se mencionaba antes que estratifica, que separa los
normales de quienes no cumplen con los requisitos de la normalidad, que
clasifica a los individuos en función de las características que muestran. Es
por eso que una pedagogía de la incertidumbre se relaciona más con los
postulados que plantea Skliar sobre las condiciones que debería cumplir el contacto
con el otro. En última instancia una
pedagogía de este tipo evitaría generar definiciones sobre el otro, objetivarlo
en una categoría para intentar entenderlo, como manifiesta Skliar.
Vignale (2009) establece un paralelismo
entre el abismo, el río y el niño para describir concretamente a la pedagogía
de la incertidumbre. Dado a que ésta se identifica con la experiencia, el
abismo vendría a ser el lugar donde hay que reinventar todo, estar abiertos a
la incertidumbre de construir un saber que no se ha conocido antes. Así mismo
el río representa las transformaciones que se producen inevitablemente cuando
entramos en relación con ese otro que nos topamos en algún punto del abismo.
Entonces el niño representa la actitud de alguien que reconstruye la realidad
que le rodea a través del lenguaje y que está abierto y disponible a los
significados nuevos que ésta le puede aportar.
Referencias.
Skliar, C., (2007). El argumento de la
diferencia y la práctica del diferencialismo en educación. En la educación [que
es] del otro. Noveduc, Buenos Aires, 99-121.
Skliar, C., (2008a). Entre lo común y
lo especial, la (pretensiosa) pretensión de la diversidad. En Frigerio, G.,
Diker, G., (2008). Educar: posiciones acerca de lo común. Del Estante, Buenos Aires.
Skliar,
C., (2008b). ¿Incluir las diferencias? Sobre un problema mal planteado y una
realidad insoportable. Orientación
y Sociedad – 2008 – Vol. 8 Recuperado de file:///C:/Users/Nicolas/AppData/Local/Temp/Rar$DIa0.634/Incluir_diferencias_Skliar.pdf
Vignale, S. (2009). Pedagogía de la
Incertidumbre. Revista Iberoamericana de Educación
ISSN: 1681-5653 n.º 48/2.
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