I. La singularidad en las relaciones educativas.
Para continuar con la reflexión de
las relaciones que se establecen con el otro o lo que es llamado diversidad es
preciso retomar el concepto de singularidad que ha sido escasamente mencionado
anteriormente, pero que ahora se pretende explicar más detalladamente. En las
relaciones pedagógicas hay que ser consciente de que no se puede intentar hacer
aproximaciones guiándonos por una idea previa o etiqueta que se asume define a
la otra persona, como se ha expresado antes. Esto es precisamente lo que
violentaría en palabras de Gómez (2015) la opacidad del otro. Esta opacidad se
refiere a la curiosidad que la otra persona podría generar en el yo, queriendo
a su vez encontrar una explicación que permitiría entenderlo, pero que
desafortunadamente rompería su singularidad.
Gómez (2015) también establece que el
acto de juzgar, de etiquetar, es equivalente a la violencia que se le causa al
otro, pero también al propio yo. Esto se refiere a la incapacidad que tenemos a
veces de reconocer la singularidad del otro porque tampoco sabemos reconocer la
nuestra, estando acostumbrados a relacionarnos en base a las etiquetas. El
objetivo en este caso es hacer el esfuerzo de parar de establecer el límite
entre el otro y un nosotros, que es juzgado, impidiéndosele cualquier
manifestación de lo que realmente es, de su singularidad o subjetividad. Para
eso, es preciso aceptar la vulnerabilidad que el otro genera en el nosotros,
que no es más que una muestra de la propia fragilidad que se ve proyectada en
esa diferencia. Esta es la misma fragilidad a la que se aludía cuando se
hablaba del colectivo de las personas con discapacidad, que tienen una forma de
existencia para la que la sociedad no está preparada.
En este sentido, Contreras (2009),
habla de las miradas pedagógicas que deben ser sensibles a esa singularidad que
cada sujeto tiene. Este autor afirma que los otros que son descritos bajo una
categoría que los particulariza, pierden bajo esa mirada su singularidad. Si
las formas de acercarnos al alumnado están medidas por la suposición de que
sabemos quiénes son, nos impiden el conocimiento de quien realmente pueden ser
e impiden igualmente la comunicación, Contreras (2009). Una vez más se destaca
que el diagnóstico fija categorías, a diferencia de la escucha que está
dispuesta a la sorpresa, la sorpresa de la pedagogía de la incertidumbre, de lo
imprevisible.
II.
Las agrupaciones escolares de las
diferencias.
En ese orden, es evidente la
necesidad que existe de construir espacios educativos que respeten la
singularidad de los individuos. Esto significa que haya instituciones que no
quieran arropar a todos los individuos con la sábana de la homogenización. Tal
como expone Meirieu (2004) aun los alumnos que parezcan más homogéneos se van
a diferenciar por sus estrategias de
aprendizaje, sus experiencias previas, sus relaciones con el saber, lo que va a
producir una apropiación diferente por cada individuo de los contenidos que le
presenta la escuela. Así mismo la escuela debe cuidar la diversidad que su
alumnado representa porque en la singularidad que cada individuo puede aportar
se encuentra una oportunidad hermosa pero conflictiva de crecimiento donde los
estudiantes aprenden mutuamente a partir de sus diferencias, compartiendo un
lenguaje en común, dominando unas estrategias conceptuales o técnicas,
poniéndose de acuerdo en el modo de funcionamiento del grupo, Meireiu (2004).
III.
El tacto pedagógico.
Para finalizar es conveniente
referirse a un término que puede servir de aglutinador de todas las ideas
anteriormente expuestas como lo es el de tacto pedagógico. Este es un concepto
que se refiere justamente a permanecer abierto a las situaciones, como lo
expone Van Manen (1998), incluye una sensibilidad de saber cuándo dejar pasar
algo, cuándo evitar hablar, cuándo no intervenir o cuándo hacer que no nos damos cuenta de algo. Se
puede observar como este tacto pedagógico se relaciona con la idea de estar
disponibles que propone Skliar sobre lo que debería ser la inclusión. Al mismo
tiempo este tacto respetaría la singularidad de la que se ha hablado al no
precipitarse definiendo a una persona en base a una idea previa, y en cambio
interpretaría las situaciones sociales para las que son más apropiadas las
acciones o las palabras Van Manen (1998). En fin, de lo que se trata es de
acostumbrarse a la ambigüedad que cada persona presenta, estar abierto a la
experiencia de la existencia de los demás, evitar comprometidamente el uso de
categorías, etiquetas o clasificaciones y sobretodo aceptar la propia
fragilidad de nuestra condición humana que se ve reflejada en el otro que
quiere señalar.
Referencias.
Gómez,
A. (2015). Sí mismo como nadie: Para una filosofía de la subjetividad.
Catarata, Madrid.
Contreras,
J. (2009). Educar la mirada…y el oído: percibir la singularidad y también las
posibilidades. Nº 311.019 Cuadernos de Pedagogía. Recuperado de: file:///C:/Users/Nicolas/AppData/Local/Temp/Rar$DIa0.426/Contreras_Educarxmiradaxyxoxdo.pdf
Meirieu.
Ph. (2004). En la escuela hoy. Octaedro, Barcelona.
Van
Manen, M. (1998). El tacto en la enseñanza: El significado de la sensibilidad
pedagógica. Paidós.