Los
niños apenas están aprendiendo a escribir a reconocer letras y símbolos,
colores y formas, a través de ellos podemos volver a comenzar a ver las cosas
desde su simpleza, sin complicaciones, sin tanta lógica que lo dificultad todo,
con esa inocencia que caracteriza la infancia, sin esa malicia que tenemos los
adultos.
Los
niños comienzan a explotar su curiosidad que además es nata y los adultos en
nuestra ignorancia y llenos de tabúes y falta de tiempo para explicar vamos
apagando y acallando, llega en el momento en que ya no se hacen más pregunta
“tontas” porque a mama, papa o la profesora no le gustan, pero yo muchas veces
he observado que esas preguntas de esos pequeños nos pueden llevar a cuestiones
que nosotros mismos no hacemos, que nosotros por el ritmo de vida olvidamos de
hacernos y estos a través de su inocencia nos despiertan esa curiosidad que
nunca debió de morir.
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