viernes, 5 de mayo de 2017

La singularidad en las relaciones educativas.


I.                    La singularidad en las relaciones educativas.

Para continuar con la reflexión de las relaciones que se establecen con el otro o lo que es llamado diversidad es preciso retomar el concepto de singularidad que ha sido escasamente mencionado anteriormente, pero que ahora se pretende explicar más detalladamente. En las relaciones pedagógicas hay que ser consciente de que no se puede intentar hacer aproximaciones guiándonos por una idea previa o etiqueta que se asume define a la otra persona, como se ha expresado antes. Esto es precisamente lo que violentaría en palabras de Gómez (2015) la opacidad del otro. Esta opacidad se refiere a la curiosidad que la otra persona podría generar en el yo, queriendo a su vez encontrar una explicación que permitiría entenderlo, pero que desafortunadamente rompería su singularidad.

Gómez (2015) también establece que el acto de juzgar, de etiquetar, es equivalente a la violencia que se le causa al otro, pero también al propio yo. Esto se refiere a la incapacidad que tenemos a veces de reconocer la singularidad del otro porque tampoco sabemos reconocer la nuestra, estando acostumbrados a relacionarnos en base a las etiquetas. El objetivo en este caso es hacer el esfuerzo de parar de establecer el límite entre el otro y un nosotros, que es juzgado, impidiéndosele cualquier manifestación de lo que realmente es, de su singularidad o subjetividad. Para eso, es preciso aceptar la vulnerabilidad que el otro genera en el nosotros, que no es más que una muestra de la propia fragilidad que se ve proyectada en esa diferencia. Esta es la misma fragilidad a la que se aludía cuando se hablaba del colectivo de las personas con discapacidad, que tienen una forma de existencia para la que la sociedad no está preparada.

En este sentido, Contreras (2009), habla de las miradas pedagógicas que deben ser sensibles a esa singularidad que cada sujeto tiene. Este autor afirma que los otros que son descritos bajo una categoría que los particulariza, pierden bajo esa mirada su singularidad. Si las formas de acercarnos al alumnado están medidas por la suposición de que sabemos quiénes son, nos impiden el conocimiento de quien realmente pueden ser e impiden igualmente la comunicación, Contreras (2009). Una vez más se destaca que el diagnóstico fija categorías, a diferencia de la escucha que está dispuesta a la sorpresa, la sorpresa de la pedagogía de la incertidumbre, de lo imprevisible. 

II.                  Las agrupaciones escolares de las diferencias.

En ese orden, es evidente la necesidad que existe de construir espacios educativos que respeten la singularidad de los individuos. Esto significa que haya instituciones que no quieran arropar a todos los individuos con la sábana de la homogenización. Tal como expone Meirieu (2004) aun los alumnos que parezcan más homogéneos se van a  diferenciar por sus estrategias de aprendizaje, sus experiencias previas, sus relaciones con el saber, lo que va a producir una apropiación diferente por cada individuo de los contenidos que le presenta la escuela. Así mismo la escuela debe cuidar la diversidad que su alumnado representa porque en la singularidad que cada individuo puede aportar se encuentra una oportunidad hermosa pero conflictiva de crecimiento donde los estudiantes aprenden mutuamente a partir de sus diferencias, compartiendo un lenguaje en común, dominando unas estrategias conceptuales o técnicas, poniéndose de acuerdo en el modo de funcionamiento del grupo, Meireiu (2004).

III.                El tacto pedagógico.

Para finalizar es conveniente referirse a un término que puede servir de aglutinador de todas las ideas anteriormente expuestas como lo es el de tacto pedagógico. Este es un concepto que se refiere justamente a permanecer abierto a las situaciones, como lo expone Van Manen (1998), incluye una sensibilidad de saber cuándo dejar pasar algo, cuándo evitar hablar, cuándo no intervenir o cuándo  hacer que no nos damos cuenta de algo. Se puede observar como este tacto pedagógico se relaciona con la idea de estar disponibles que propone Skliar sobre lo que debería ser la inclusión. Al mismo tiempo este tacto respetaría la singularidad de la que se ha hablado al no precipitarse definiendo a una persona en base a una idea previa, y en cambio interpretaría las situaciones sociales para las que son más apropiadas las acciones o las palabras Van Manen (1998). En fin, de lo que se trata es de acostumbrarse a la ambigüedad que cada persona presenta, estar abierto a la experiencia de la existencia de los demás, evitar comprometidamente el uso de categorías, etiquetas o clasificaciones y sobretodo aceptar la propia fragilidad de nuestra condición humana que se ve reflejada en el otro que quiere señalar.  

Referencias. 

Gómez, A. (2015). Sí mismo como nadie: Para una filosofía de la subjetividad. Catarata, Madrid.

Contreras, J. (2009). Educar la mirada…y el oído: percibir la singularidad y también las posibilidades. Nº 311.019 Cuadernos de Pedagogía. Recuperado de: file:///C:/Users/Nicolas/AppData/Local/Temp/Rar$DIa0.426/Contreras_Educarxmiradaxyxoxdo.pdf

Meirieu. Ph. (2004). En la escuela hoy. Octaedro, Barcelona.

Van Manen, M. (1998). El tacto en la enseñanza: El significado de la sensibilidad pedagógica. Paidós.  



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